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Bacurau: Una sangrienta fábula política

Dirigida por Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles

Pernambuco, Brasil. «Bacurau» es un pequeño y olvidado pueblo del nordeste del país que llora la muerte de su matriarca, Carmelita. La vida en ese lugar transcurre entre el calor húmedo, la escasez de agua y la autogestión de sus habitantes. Un panorama desolador en donde además, sus pobladores deberán enfrentarse a situaciones extrañas que ponen en peligro la existencia de ese territorio.

 

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Kleber Mendonça Filho golpeó el panorama cinematográfico de su país en el año 2016 con «Aquarius» (está en Netflix), una película en la que abordaba el fenómeno de la burbuja inmobiliaria y la gentrificación en los barrios de clase alta en la ciudad de Recife a través del personaje de Doña Clara, una mujer que defendía su posición ante ese falso desarrollo urbano. Aquella película, interpretada por una fantástica Sonia Braga, colocaba a Mendoca Filho como uno de los críticos más importantes de su país. Una actitud que se confirmaba en aquel momento por su abierta posición política, denunciando en el Festival de Cannes que el juicio político a Dilma Rousseff  era un golpe de estado. Sobre esa esa postura crítica gira su cine, que en este tercer largometraje ingresa en el terreno de la fábula para denunciar la actual situación política de su país.

La extraña singularidad de «Bacurau» se aprecia desde un primer momento. Situada en un futuro cercano, que no se revela en el film, el pueblo aún sufre la carencia de muchos otros pueblos similares en el nordeste de Brasil o cualquiera que se encuentre en un territorio alejado en el contexto sudamericano. En «Bacurau» estamos viendo como en ese futuro todo sigue igual: problemas de acceso vial, escasez de agua potable, ausencia estatal y recursos naturales cooptados por grupos de poder. Un panorama desolador que en cierta forma está representado en ese arranque donde se observan ataúdes vacíos y abandonados que se encuentran sobre la ruta que lleva a «Bacurau».

Mendonça Filho cuenta con el apoyo del productor de diseño Juliano Dornelles en la dirección de la película. Ambos crearon una historia que, a través de todo su metraje, da vueltas sobre diferentes géneros. «Bacurau» es tanto un western como una película de horror a lo John Carpenter. Una distopía extraña que se apoya en un estilo que se acerca bastante a lo documental, pero que por momentos también remite a una clásica película de clase B. «Bacurau» va de un lado para otro, pero sin perder su verdadero enfoque y propósito: la de ser una fábula política que denuncia una nefasta coyuntura social.

La historia se inicia con la muerte de Carmelita, la matriarca del pueblo. Ese hecho, que parece aislado, coincide con una serie de situaciones extrañas que se desarrollan en ese territorio y que escapan de la comprensión de sus habitantes. Durante la primera mitad del film existe una tensión que genera desconcierto y se encuentra a punto de desbordarse. Una tensa calma que presagia un desenlace violento. Todo empeora cuando los habitantes de «Bacurau» caen en la cuenta de que su pueblo ha desaparecido repentinamente del mapa, o específicamente de los mapas satelitales. En ese momento el pueblo ha dejado de existir y ellos también, quedando a merced de situaciones desconocidas.

Los enemigos de «Bacurau» forman parte de un extraño grupo de extranjeros que hablan en inglés y que no se sabe muy bien que fueron hacer hasta allí. Pero los hechos que suceden en «Bacurau» tiene una estrecha relación con las actividades de estas personas. Hasta el final de la película no queda muy claro la misión de estos personajes, tampoco a quienes representan o cuales son sus intenciones en ese lugar. Mendonça Filho no desarrolla una historia para tratar de explicar a este grupo. dando al espectador la posibilidad de generar varias interpretaciones al respecto. Sin embargo, esta claro que la presencia de esa organización presencia va determinar por completo la vida de los pobladores de «Bacurau».

La ausencia estatal es una crítica que atraviesa todo el film y es representado en un político de dudosa reputación llamado Tony Jr. El típico político del interior que solo se preocupa por sus negociados y que solo aparece en el pueblo cuando necesita votos para una reelección. La carencia de derechos básicos que sufre Bacurau es contrapuesta con la autogestión y la solidaridad de sus habitantes. Aquí, «Bacurau» es la fiel representación de los pequeños pueblos del interior cuyos derechos se encuentran secuestrados por grupos de poder. Pequeñas comunidades olvidadas cuyo desarrollo es nulo y en donde sus habitantes son prácticamente rehenes de los políticos de turno.

Esta situación encuentra su contraste en la representación del pueblo como una entidad colectiva, autogestionada y solidaria. Un discurso del hijo de Carmelita durante el velorio de ésta enfatiza la posición moral de sus habitantes en donde nadie es juzgado ni excluido por sus diferentes posturas o actividades sociales. El drama de «Bacurau» no recae sobre el peso de un único personaje. En la película no existe un único héroe o heroína como se parece insinuar durante varios pasajes. Para Mendonça Filho está claro que en la historia prima lo colectivo sobre lo individual, construyendo una serie de personajes que cargan con toda su idiosincrasia dentro de ese contexto.

La rareza de la película es aún más notoria si se lo aparta de la actualidad política de Brasil. Y quizás muchos lleguen a esta película sin conocer lo que sucede en ese país. Desde esa visión, «Bacurau» se convierte en un viaje onírico a un mundo que se rige por sus propias reglas y en donde todo puede suceder sin intervención ni interés del mundo exterior. El espectador puede verse desconcertado por momentos, sin embargo la tensión que genera la historia es tan poderosa que es difícil no dejarse llevar por la historia en todo su metraje.

«Bacurau» es una película que embriaga lentamente como esa misma droga psicotrópica que consumen sus personajes para sobrellevar la vida en ese ambiente húmedo y olvidado. Kleber Mendonça Filho nos invita a girar la cabeza y mirar un poco más allá, en esos pequeños universos singulares llenos de identidad, al que el tiempo y las dinámicas políticas, lo terminan por sepultar en el pasado. Una película sobre la resistencia de los pueblos en un futuro distópico donde nada ha cambiado y peor aún, remite a nuestro propio presente.