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Reseña: Paterson

Paterson es monotonía. La última película de Jim Jarmusch es un retrato peculiar a la cotidianeidad de una pequeña comunidad de Nueva Jersey, vista a través de Paterson, su principal protagonista; un ex marine que de lunes a viernes trabaja como conductor de autobús. Desde ese puesto Paterson es un observador pasivo, un testigo silencioso, atento a cada detalle que sucede a su alrededor, absorbiendo cada uno de las historias que los pasajeros comparten mientras viajan en su bus.

Paterson tiene un “cuaderno secreto”. Todos los días lo lleva consigo y en él anota cada uno de sus poemas. Escribe unas líneas antes de empezar a trabajar, también durante su horario de almuerzo y en un pequeño estudio improvisado que tiene en su casa, en donde los libros se confunde con herramientas y latas de pintura. Paterson ama la poesía y esa actividad es su único escape a la rutina. Inspirado en la poesía de Williams Carlos Williams, el protagonista escribe sobre pequeños detalles con los que se topa y le resultan interesantes, como una pequeña caja de fósforos o pensamientos ocurrentes como la de ¿Preferirías ser un pez?.

Dentro de Paterson existen dos elementos importantes. El tiempo y la repetición. La película se encuentra dividida en siete días. Empieza un lunes y termina el domingo. Cada uno de esos días es similar al anterior. Paterson realiza las mismas actividades que una persona promedio. Se levanta temprano, va al trabajo, retorna a casa, habla con su esposa sobre sus ambiciones, saca a pasear al perro y termina en un bar tomando unas cervezas. Fundido en negro y todo vuelve a comenzar.

La narrativa de Jarmusch nos hace ver como en Paterson todos los días son iguales y diferentes al mismo tiempo. El cuidado minimalista del director nos adentra en ese pequeño pueblo, carente de atractivo y en donde sus habitantes parecen conocerse y compartir sus mismas desgracias. La repetición y la similitud estan representadas en la película a través de la constante aparición de gemelos. Un detalle peculiar que no pasa desapercibido, incluso para el protagonista.

Paterson tiene su antítesis en Laura, su esposa. La mujer, a pesar de encontrarse desempleada, representa el punto de vista positivo y optimista de la película. Laura tiene la extraña fascinación pintar en blanco y negro todo lo que encuentra y la de preparar cupcakes como una salida económica. Paterson acepta todos sus caprichosos, inclusive la ambiciosa idea de convertirse en una estrella de la música country a través de un curso que adquiere por internet. En ese pequeño mundo, casi claustrofóbico, Laura es la única que incentiva a Paterson a publicar sus poemas. Un consejo que dentro suyo lo rechaza pero que lo acepta, solo por darle el gusto a su esposa

En Paterson no existe el conflicto y las emociones dramáticas son escasas. Sin embargo,  Jarmusch compensa todo eso con mucha belleza, casi en el mismo tono poético que su protagonista. El director organiza la historia de acuerdo a que todo suceda sin muchos sobresaltos, creando en Paterson un pequeño universo de seres derrotados y sin ambiciónes  Además el punto más alto del film se encuentra en la interpretación de Adam Driver. El actor genera una empatía tan particular que nos invita a ir con él en esa travesía cotidiana, convenciéndonos de que podemos confiar en ese tipo introvertido, bondadoso y cuya única emoción se resume en una tímida sonrisa que regala a ratos.

Si te gustan las comedias absurdas adozadas con una pizca de clonazepam, Paterson es la indicada. Si no es así, un pequeño esfuerzo no estaría mal. Jarmusch nos regala una película discreta, sencilla y por momentos imperfecta como la vida misma.