Mahiro Tanimoto es una niña de doce años que conoce por primera vez a su padre. El hombre se llama Ishii Yuichi y juntos pasean bajos los cerezos en flor en un parque de Tokio. Ambos conversan, intentan encontrar cosas en común y sintetizar sus vidas en un paseo vespertino. Cuando el encuentro acaba, Ishii va a la casa de los Tanimotos. El hombre habla con la madre de Mahiro y le comenta la experiencia que ha vivido la niña. Satisfecha, la mujer le entrega a Ishii un cheque. El hombre en realidad no es su padre. Ishi es un actor y trabaja para Family Romance, LLC: una empresa que se dedica al alquiler de personas y la venta de emociones.
En la mano de otro guionista o director ese argumento corre el peligro de caer en el maniqueísmo de las telenovelas. En el melodrama simplón y directo. En una historia convencional. Sin embargo, en la última película del director alemán Werner Herzog, esta idea se transforma en una crónica absurda y precisa sobre uno de los fenómenos más curiosos de la sociedad japonesa en los últimos años: el alquiler de actores que se dedican a satisfacer las necesidades afectivas y emocionales de otras personas.
Este hecho que podría aparecer en la sección de «curiosidades» de cualquier periódico y ser una noticia insólita más de la cultura oriental –aquí un reportaje del New Yorker al respecto– en la mirada de Herzog se convierte en una oportunidad para poner en debate la soledad en el mundo moderno, la mercantilización de los lazos afectivos y la fina línea que separa lo real de lo falso en nuestras relaciones más básicas.
Por que lo peculiar de Family Romance, LLC es que es una empresa que existe en la vida real. Ishii Yuichi no es un personaje creado por Herzog, sino que es el propio dueño de la empresa y el que se encarga de cumplir con todos los encargos. A parte de simular ser el padre de Mahiro, Ishi también realiza otros trabajos como ser el sustituto de un padre alcohólico en la boda de una mujer, cargar con la culpa de un trabajador público que no quiere ser reprendido por su jefe o sorprender a una mujer solitaria con la noticia de que ha ganado la lotería. Una experiencia que se repite una y otra vez.
Sin embargo, todos esos casos aislados giran sobre la trama principal: la relación entre Mahiro e Ishii. Los lazos entre ambos se van haciendo más fuertes con cada encuentro y produce en el actor un sentimiento de introspección sobre su trabajo y los efectos emocionales que puede tener sobre la niña. Herzog captura toda esa melancolía en pequeñas secuencias de actividades cotidianas y en la dinámica de los personajes. Los diálogos son mínimos, banales y dan paso a que las verdaderas preguntas se encuentren en los silencios de ambos y la falsa relación que van construyendo.
Pero Herzog no solo juega con esta dicotomía en la historia de Ishii y Mahiro, sino también en el aspecto formal del film. Family Romance, LLC tiene un estilo de producción casera, como si fuera hecho por un amateur con filmaciones en calles y plazas sin ningún artificio. Un tono documental que desconcierta bastante pero que tiene sentido con el tema que aborda la película. ¿Estamos viendo una película o un documental? ¿Lo que vemos es ficción o pura realidad?.
Herzog jugará con esta idea durante todo el film. Un «desorden estético» en donde en realidad hay un en una narración que nunca se aleja de su idea. De esa forma vemos como todos los lugares en donde Ishii realiza sus encuentros también se basan en el concepto de la simulación. Una falsa pelea de samuráis en un parque, la actuación histriónica de un mimo, una cafetería donde se puede acariciar erizos y principalmente, la visita a un hotel cuyo servicio está subordinado a la inteligencia artificial y el uso de robots.
Relaciones simuladas en realidades simuladas. Esa parece ser la idea de Herzog en una película que dispara sobre el espectador una serie de cuestionamientos filosóficos que pasan desapercibidos en un mundo donde lo que proyectamos como personas siempre está condicionado a lo que la otra persona espera de nosotros. No en vano Ishii, luego de quedarse absorto mirando una pecera robótica, caíga en el absurdo de su propio trabajo y en un tono entre la melancolía y el humor negro, visíte a una funeraria a preguntar precios de ataúdes para un futuro encargo.
El antecedente más cercano a esta historia de Herzog quizás sea el Her de Spike Jonze. En ambas películas hay una observación muy precisa sobre la incapacidad de muchas personas en socializar y generar relaciones íntimas y como las mismas van moldeando esta carencia a través de lo que tienen a su alcance -tecnología y poder adquisitivo-. Una rutina que atrofia el instinto natural de afianzar lazos cercanos y los lleva sistematizar rutinas tan absurdas como la de esa joven que recurre a Ishii y alquila una serie de fotógrafos para que la ayuden a proyectar una imagen de popularidad y ser viral en las redes.
Sin embargo, la película que más se le asemeja a Family Romance es Alps del director griego Yorgos Lanthimos. Esta distopía en donde una serie de personas de alquiler simulan ser los familiares recién fallecidos de otras con el objetivo de ayudarles a sobrellevar el duelo. Una película pesimista donde Lanthimos trata de abordar el lado oscuro de estas dinámicas con su peculiar estilo cercano a la provococación y al sadismo. Herzog evita caer en el estilo de Lanthimos y la historia convencional de Jonze para apostar por un tratamiento más humano de este fenómeno. Todo representado en la melancólica interpretación de Ishii, sus clientes y las dudas de éste con respecto a su relación con Mahiro.
De los ojos de Herzog se desprende una gran lucidez sobre el tema. El director alemán solo necesita cargarse una cámara al hombro para narrar y lo que es más importante, enseñarnos a mirar el lado más absurdo de nuestras relaciones como si lo hicieramos por primera vez. Herzog crea una película que puede ser apreciada como una obra de arte o como una broma. Quizás sean las dos cosas. Pero de lo que estoy seguro es que Family Romance, LLC nos plantea en su emotiva secuencia final una simple pregunta: si una mentira nos hace más felices que la verdad, ¿cuál de las dos elegiríamos?.
Calificación: ★★★★